miércoles, 5 de octubre de 2011

Las ondas y sus aplicaciones en la comunicación- segunda parte

El mecanismo de funcionamiento de la televisión

Se puede decir que resulta bastante complejo comprender el proceso de la transformación de señales sonoras y visuales en energía radioeléctrica y su posterior reconversión en sonidos e imágenes susceptibles de ser captados por nuestros sentidos en qué consiste la televisión. A la hora de formar una jurista escapan multitudes de fenómenos y efectos físicos que son necesarios abordar para comprender una materia tan técnica como esta.

Para señalarlo de una manera más simple, el mecanismo de la televisión consiste en la transformación de señales (sonoras y visuales simultáneamente) en energía radioeléctrica que, conducida a través de ondas hertzianas, es recogida y transformada de nuevo, siguiendo un procedimiento inverso al inicial, en sonido e imágenes.

El esquema de los elementos imprescindibles en la televisión es el siguiente:

· Una imagen a transmitir.

· Dos grupos de aparatos que transforman: uno, al comiendo, la imagen en corriente eléctrica (la cámara electrónica) y, otro, a la llegada de la corriente eléctrica en imágenes (el tubo de rayos catódicos).

· Dos aparatos radioeléctricos, emisor y receptor, con sus antenas.

· La imagen percibida por el telespectador.

Cabe señalar una diferencia entre la radio y la televisión es la relativa al objeto. Mientras que la radio el sonido que se percibe es real, es decir , que no hay diferencia entre el recibido por el micrófono directamente y el recibido por el oído a distancia, la onda óptica de televisión no da más que una apariencia del objeto. Lo que se reconstituye a distancia no es el objeto mismo sino su imagen. Existe un aparato óptico, denominado objetivo, que crea artificialmente la imagen directa del objeto, operación común a la fotografía, el cina y la televisión; la cuestión es ¿Qué hacer sobre esa imagen directa dada por el objetivo para conservarla, transformarla y transmitirla a distancia? El proceso que lo permite tiene su origen en la conjunción de tres descubrimientos.

En primer lugar, el que se refiere al efecto fotoeléctrico (Einstein) que consiste en la conservación de un fenómeno luminiscente en un fenómeno eléctrico, es decir, en la capacidad de ciertos cuerpos para transformar la energía luminosa (la de la luz) en energía eléctrica mediante una placa y un filamento.

En segundo lugar, se encuentra lo relativo a los procesos de análisis de fotografías descompuestas y luego recompuestas en líneas de puntos claros y sombríos; el número de líneas en que se descompone la imagen se le denomina “definición” y varía de acuerdo con el sistema empleado por cada país (405, 525, 625, y 816 líneas); el estándar mundial es el 625 líneas que dan unos 400,000 puntos luminosos sobre la pantalla. Para concluir, el descubrimiento que ha permitido dominar las ondas hertzianas para la transmisión de señales eléctricas correspondientes a cada uno de los puntos de la imagen estudiada.*

Otra gran diferencia existente entre la radio y la televisión viene determinada por el distinto comportamiento de las ondas en uno y otro medio, causado por la desigual “carga informativa” de ambas emisiones radioeléctricas. La onda de televisión, portadora de imágenes y sonidos, y, por tanto, de mayor “carga informativa”, ha de ser cuidada, reforzada, reflejada y amplificada mas frecuentemente que la onda de radio que lleva menos carga (solo señales sonoras). Las frecuencias asignadas para la televisión han de ser muy elevadas, por lo que su amplitud es menor y la onda se estrecha, razón por la que se deteriora más. Por el contrario, las frecuencias de radio son más bajas y su amplitud es mayor, por lo que no suelen sufrir durante su transporte alteraciones sustanciales.

Una vez estudiado el proceso de transformación de sonidos e imágenes que define a la radiodifusión, toca el turno de reflexionar acerca del fenómeno de las ondas hertzianas que, como hemos venido señalando desde el principio, son el medio a través del cual la imagen y el sonido pasan desde el centro emisor al aparato receptor.

*la descomposición y recomposición de la imagen consiste en su multidivisión en cuadriculas casi infinitesimales que en su apreciación por el ojo humano nos posibilita reconstruir la imagen total, llevándose todo ello a cabo por medio de un pincel electrónico. Gonzales Navarro, nos da una imagen de lo afirmado anteriormente, señala que este pincel electrónico funciona de forma análoga a como lo hace una máquina de escribir, golpeando la imagen línea a línea, hasta cubrirla totalmente, volviendo a empezar en el movimiento posterior.

La peculiaridad de la televisión a color radica en descomponer la imagen en tres tonalidades fundaméntelas: azul, verde y rojo (colores primarios) y superponerlos sobre una pantalla tricromática que comporte tres veces más los puntos para el blanco y negro. Gonzales Navarro, Francisco, TELEVISION PUBLICA Y TELEVISION PRIVADA, Madrid, Civitas, 1982, p.258.

Las ondas hertzianas

Para delimitar el concepto de ondas hertzianas es primordial diferenciarlo del “espacio aéreo” que es la columna de aire que se encuentra sobre la superficie de la Tierra y que tiene como límite superior el espacio extra-atmosférico. Ocupa, por lo tanto, la atmósfera con sus distintas capas: biosfera, ozonosfera e ionosfera. Por lo que nos debe quedar claro que las ondas se propagan por el espacio aéreo, pero no necesitan el aire para ello, ya que no tienen una cualidad física que les permita propagarse en el vacío. Espacio aéreo y ondas hertzianas son, pues, dos cosas diferentes. Ni la onda es una parte de un todo que vendría a ser el espacio aéreo, ni este es el soporte físico o conductor material de aquellas. Tampoco podemos considerar que las ondas radioeléctricas sean el “éter” al que hacen referencia algunos autores como Giannini en Italia y Verplaetse en Bélgica. El publicista italiano señala que en función de las radiocomunicaciones, radiodifusión y televisión se ha distinguido en el aire otra entidad, el éter, en el que con normas internacionales han sido señalados canales asignados a los Estados y organismos internacionales, que viven definidos por la frecuencia de la onda.

Por lo que respecta a la doctrina belga, llama dominio “aetheris”, en contraposición al dominio aeris y al dominio siderum, al espacio ocupado por las ondas, es decir, al espacio aéreo que las conduce y que científicamente coincide-según el autor en cita- con la ionosfera, por ser la de mayor importancia para la reflexión de las ondas.

No compartimos esta definición ya que no puede considerarse que el éter sea “el conductor de las ondas de radiocomunicación” porque, como ya se ha podido ver dichas ondas no se propagan por medio de o a través de conductor alguno. Por otra parte, no hay inconveniente alguno en aceptar la tesis de Giannini, en la que lo esencial es haber separado del aire, es decir, del espacio aéreo, un “algo”, una “entitá” por lo que discurre ese procedimiento electromagnético que define las radiocomunicaciones, sin perjuicio de que el término por él utilizado haya quedado absoleto para la física actual.

Objetamos la noción de éter principalmente por dos razones. Por una parte, porque el éter no es en sí mismo nada, esto es, se trata de un concepto ideado por la física antes de haber logrado un perfecto conocimiento de los fenómenos radioeléctricos. Antes de que esto pasara se pensaba que era necesaria la presencia de un elemento material que sirviese de medio para permitir la propagación del fenómeno ondulatorio, por analogía al sonido cuyo elemento material son las moléculas de aire que al encontrarse sometidas a vibraciones determinan la señal acústica. En ese momento los físicos llaman a ese medio, que forzosamente tendría que existir, “éter”. Desde el momento en que se descubre que la radioelectricidad no necesita para propagarse soporte material alguno, resulta superfluo el concepto de éter. Es preferible abandonar definitivamente ese término.

Respecto a la terminología utilizada en el Convenio Internacional de Telecomunicaciones de la UIT y de sus reglamentos, mismos que han tenido gran influencia entre las naciones, señala que es preferible hablar de “espectro radioeléctrico”, entendiendo por esto al abanico de posibilidades de emisiones radioeléctricas y de “ondas hertzianas”. El término “ondas” hace referencia a la representación gráfica del movimiento oscilatorio. Llamamos longitud de onda a la distancia que existe entre dos puntos que se encuentran en la misma situación de perturbación, y frecuencia al número de oscilaciones por segundo. Existe una relación fija entre la frecuencia y la longitud de onda, por lo tanto, al aumentar la frecuencia disminuye la longitud de onda en la misma proporción.

De manera que de un lado tenemos esa carga de electrones (corriente eléctrica) en la que convertimos las señales sonoras y visuales a transmitir, que al atravesar el oscilador se transforma en radiación electromagnética de una muy determinada frecuencia (energía radioeléctrica) y, por otro lado, la calificación física de esta energía, determinada por la asignación que a la misma se hace de una particular frecuencia. Así pues, las ondas hertzianas son energía radioeléctrica, la cual se define por unas cualidades físicas (longitud y frecuencia). Las bandas de frecuencia vienen a ser los “caminos” (entendiendo el término desprovisto de sentido físico) por los que discurre la energía radioeléctrica que al final, sometida a un proceso técnico (el pincel electrónico en el caso de la pantalla de televisión), se recompone en imágenes y sonido. De tal forma, que cuando la UIT asigna a cada Estado unas bandas de frecuencia, las cuales a su vez concederán a sus distintos emisores que operan en su territorio, no está sino indicando la “velocidad” a la que deben circular sus emisiones por esos “caminos”, es decir, el número de vibraciones por segundo a que deben emitir con la finalidad de no provocar interferencias en la misma actividad desarrollada por otros.

Bibliografía:

http://www.bibliojuridica.org/libros/4/1594/17.pdf

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